1968
EL DOCTOR CHAPATÍN
Yo soy el Dr. Chapatín, y no les digo “a sus órdenes” porque no acostumbro a estar a las órdenes de nadie. Dicen que soy necio, enojón, testarudo, desconfiado, desesperante e impaciente. Algunos dicen que soy impaciente porque me quedan pocos años de vida. ¡Insinúan que soy viejo! En fin; en el consultorio me apoya una enfermera, trabaja conmigo desde hace muchos años, pero no ha aprendido nada de Medicina; ella dice que no aprende porque no me entiende, y yo digo que pasa una de dos cosas: o yo no me explico bien, o ella no entiende porque yo no me explico bien. Pero bueno; el otro día dejaron en mi consultorio un bebé en una cesta de mimbre. No sabía quién ni por qué lo habían dejado ahí. De repente, el bebé empezó a llorar; había que cambiarlo, y como no estaba la enfermera, tuve que hacerlo yo. Nada más de acordarme ¡ya me dio cosa! Finalmente, todo se aclaró pues la madre del niño se había equivocado y debió dejar a su hijo en el consultorio de enfrente, que es de un colega pediatra. Últimamente he tenido muy pocos pacientes… ¡Es que la gente ya no se enferma como antes! Hablando de pacientes, un día vino a verme una persona que me dijo: “Doctor, ronco mucho cuando estoy dormido” a lo cual yo le respondí: “¡Ni modo que ronque cuando está despierto!”. “No entiende mi problema, doctor. Ronco tan fuerte que yo mismo me despierto con mis ronquidos” me aclaró. Entonces yo le pregunté: “¿Los ronquidos se alcanzan a escuchar en la cocina de su casa?”. “No, no tanto”. “¡Ahí está la solución” -le dije: “¡Duérmase en la cocina!”
¡Hola! Yo me llamo… pus da lo mismo ¿no? De todas maneras, todos me dicen El Chavo. Tengo ocho años… bueno, eso creo. Es que no me puedo acordar qué día es mi cumpleaños porque cuando nací, yo era muy chiquito. En la vecindad donde vivo tengo muy buenos amigos que me quieren mucho todos… bueno, no todos… bueno, algunos sí y otros casi también. Yo vivo en la casa número ocho. Algunos creen que vivo en un barril, pero no. El barril es mi rinconcito especial en donde me escondo cuando quiero llorar, pensar o soñar. En la escuela, el Profesor Jirafales me regaña a cada rato porque le digo “maistro Longaniza”. Lo que pasa es que se me chispotea cuando todos se quedan callados. Y yo le digo al maistro… digo, al profesor que fue sin querer queriendo, pero de todos modos a veces me deja sin recreo. ¡Es que no me tienen paciencia! Me gusta estar con mis amigos, me gusta jugar futbol ¡y que yo era el mejor futbolista del mundo mundial! ¡Y que metía muchisisisisímos goles! ¡Ah! También juego con mi balero, pero lo que más, más, más me gusta es… ¡Una torta de jamón! No tengo muchos juguetes y casi nunca desayuno. Pero siempre trato de estar contento porque yo pienso que tengo un regalo muy valioso: la vida.
Quico es mi amigo que vive en el número 14. Quico es también huérfano. Pero no tanto como yo, porque él sí tiene una mamá que es la vieja chancluda. ¡O que diga!, es Doña Florinda. Quico tiene muchisisisisímos juguetes, pero a veces me cae mal porque es muy presumido y muy egoísta y no me presta ninguno para jugar con él. Lo que sí tiene es que es muy bruto el pobrecito. Es tan bruto que si hicieran unas olimpiadas de brutos, Quico no ganaría… por bruto. El otro día estábamos platicando y decíamos qué queríamos ser de grandes. Quico dijo que él quería ser como su mamá, y le dije que hace falta ser tonto para querer parecerse a esa señora que nomás se la pasa regañando a todo mundo. Pero luego Quico me dijo: “yo sólo quiero parecerme a mi mamá en eso de tener un hijo como yo”. Cuando hablo mucho, Quico se enoja y me grita: “¡Ya cállate, cállate, que me desespeeeeeras!”. Y entonces se le ponen rojos, rojos sus cachetes de marrana flaca. Quico llora como si estuviera haciendo gárgaras con agua de cañería y se recarga en la pared.
La Chilindrina es hija de Ron Damón. Es pecosa, chaparra y chimuela. A veces hace enojar a su papá y entonces él la castiga, pero otras veces ella le cuenta una mentirota y el burro de Ron Damón se la cree y ya no la regaña. En la escuela es algo peleonera y luego le dice cosas raras al profesor, y cuando eso pasa nos dejan a todos sin recreo por su culpa. Cuando la Chilindrina llora hace unos ruidos muy feos; unos gritos que hasta uno se queda sordo. Es muy lista y a cada rato nos anda metiendo a todos en problemas, porque siempre le hacemos caso a todo lo que nos dice que hagamos o digamos. Ayer en la tarde Doña Clotilde le regaló unas empanadas a Ron Damón. Pero la Chilindrina dijo que esas empanadas podían tener alguna brujería para embrujar a su papá, porque Ron Damón nunca ha querido casarse con Doña Clotilde, que es lo que ella más quiere en la vida. Entonces la Chilindrina me dijo que se debía sacrificar probando las empanadas antes que su papá. O sea que se comió una empanada. Entonces yo le dije que yo también me quería sacrificar un poquito. O sea que yo también me comí una empanada. ¡Y luego los dos seguimos sacrificándonos!
Lo malo fue que Ron Damón llegó cuando yo me estaba sacrificando con la última empanada, y se enojó mucho conmigo. Con la Chilindrina no se pudo enojar porque ella ya no estaba ahí. Y es que ella había visto por la ventana que se acercaba su papá, y recordó que tenía algo muy importante que hacer.
Ron Damón es muy flojo. No le gusta trabajar. Unos meses se la pasa sin hacer nada, y los otros descansa. Es papá de la Chilindrina, y dicen que los hijos salen igual que los papás, pero no es cierto porque la Chilindrina no es bruta. Cuando el Sr. Barriga llega a cobrarle la renta, Ron Damón se pone tan nervioso que se hace bolas al hablar. Por ejemplo, en vez de decirle: “Tenga paciencia, señor Barriga”, le dice: “Tenga barriga, señor Paciencia”. Y también le ha dicho: “Tiene usted toda la barriga, señor Razón”. Pero el Sr. Barriga ya lo amenazó con correrlo de la vecindad si no le pagaba los catorce meses de renta que le debe. Ron Damón no es peleonero; siempre trata de mantener la cabeza en su lugar. Bueno, las únicas veces que pierde la cabeza es cuando Doña Florinda le da tremendas bofetadas. Lo deja todo mareado y viendo estrellitas, y es que Doña Chancluda nunca deja que Ron Damón le explique quién y qué le hicieron a Quico; ella siempre se imagina que fue él y le suelta el golpe. Luego le dice a Quico: ¡Vente, Tesoro, no te juntes con esta chusma!”. Luego Quico le dice a Ron Damón: “¡Chusma, chusma!”, lo empuja y se meten a su casa. Y a Ron Damón le da tanto coraje, que azota su sombrero contra el suelo. Una vez se enojó más porque su sombrero cayó en un “recuerdito” que dejó un perro. ¡Jijijiji!
Doña Florinda es la mamá de Quico. Ella no tiene esposo, a lo mejor por eso está enamorada del Profesor Jirafales. Aunque yo pienso que pudo conseguirse algo mejorcito, pero allá ella. Según Doña Florinda, lo que sucedió fue que su marido se murió cuando Quico estaba apenas empezando a pronunciar sus primeras palabras, o sea, sus primeras tonterías. En ese tiempo el papá de Quico trabajaba como marinero en un barco, pero Doña Florinda dice que Don Federico no era marinero, sino que además era el capitán del barco; y que por eso ellos habían tenido más dinero que el Sr. Barriga. Pero que cuando quedó viuda no pudo conseguir buenos empleos, y que por eso fue teniendo cada vez menos dinero. O sea que ahora no le queda más remedio que convivir con la chusma, que somos la Chilindrina, yo y todos los demás. El que más gordo le cae es Ron Damón, pues siempre están discutiendo y cuando Doña Florinda se enoja de a deveras, le suelta una buena cachetada que deja al pobre Ron Damón como trapo escurrido.
El Profesor Jirafales es el maistro… digo, el maestro de la escuela. Siempre nos enseña cosas padrisisisisisímas y luego otras muy aburridas. A veces lo hacemos enojar porque le ponemos muchos apodos. Cuando se enoja golpea una mano con la otra y dice: “¡Ta, ta, ta, ta, ta!” El otro día, a la hora de la salida de clases, entre todos nos pusimos a recordar los diferentes apodos que le hemos puesto, y hasta hicimos una lista: Maistro Longaniza, Ferrocarril Parado, Tubo de Cañería, Palo Ensebado, Garrocha con Patas, Intestino Desenrollado, y otros que no pudimos recordar. Pero el mejor de todos sigue siendo El Maistro Longaniza. El profesor está muy enamorado de Doña Florinda, y por eso cuando está enfrente de ella, al profesor se le ponen los ojos como avestruz enferma. A Doña Florinda le da una risita muy tonta cada vez que el profesor llega a la vecindad, que es casi todos los días. Doña Florinda lo recibe diciendo siempre lo mismo: “¡Profesor Jirafales!” Y el profesor también responde siempre lo mismo: “¡Doña Florinda!” – “¡Qué milagro que viene por acá!” -dice ella- “Vine a traerle este humilde obsequio” -dice él, dándole un ramo de flores. “¡Están hermosas! Pero ¿no gusta pasar a tomar una tacita de café?” -dice ella. “¿No será mucha molestia?”. “No es ninguna; pase usted”. “Después de usted”. Entonces los dos entran a la casa de Doña Florinda. La mera verdad, yo quiero mucho al Profesor Jirafales, porque no sólo nos enseña Matemáticas, Historia o Biología; también nos enseña a ser niños buenos para que, cuando crezcamos, seamos mejores personas.
El Sr. Barriga es el hombre más rico del mundo, pues es dueño de todititita la vecindad. O sea que todos los que viven ahí le tienen que pagar la renta cada mes. Bueno, todos menos Ron Damón, que nunca paga. Y lo mismo pasa con Jaimito el Cartero. Pero los demás yo creo que sí pagan. El Sr. Barriga tiene la pésima costumbre de entrar a la vecindad siempre que estoy lanzando algo hacia la entrada. Ya le he dicho que deje de hacer eso, pero en lugar de hacerme caso se enoja. El otro día estábamos yo y Quico jugando beisbol en el patio de la vecindad. Entonces yo iba a batear y Quico a pichar. Que me lanza la pelota y entonces yo vi para arriba para pegarle pero en eso que entra el Sr. Barriga. Sin darme cuenta que suelto el batazo y le pegué en las pompas. Se fue hasta el suelo del golpazo. Quico y yo nos quedamos viéndolo. Luego se levantó y me dijo enojado: “¡Tenía que ser el Chavo!”. Y yo le contesté: “Fue sin querer queriendo, lo que pasa es que yo quería pegarle a la bola”. Y entonces Quico me dijo: “¡Y le pegaste!”. Entonces el Sr. Barriga se volvió a enojar y mejor Quico y yo salimos corriendo de la vecindad.
Ñoño es el hijo del Sr. Barriga. Siempre saca dieces en la escuela porque se aprende muy bien todo lo que nos enseñan. ¡Así qué chiste! Como su papá tiene mucho dinero, Ñoño come muy bien y por eso se le pegan bien las cosas. A veces me dan muchas ganas de ser niño bueno, pero llega Ñoño y echa todo a perder. Porque lleva cosas de comer y no me convida. O sea que me da mucho coraje y no me queda más remedio que rajársela. El otro día Ñoño llegó con tres tortas de jamón, y no me quiso dar ni una sola. Empezamos a discutir y que me da un empujón y pus yo tuve que rajarle todo lo que se llama cara. Lo malo fue que me vio el Profesor Jirafales y me dijo que lo que había hecho estaba muy mal hecho. Y eso no fue cierto, porque se la partí bien y bonito.
Doña Clotilde es la Bruja del 71, porque vive en la casa número 71. Yo digo que es una bruja, y lo mismo piensan la Chilindrina, Popis, Quico y Ñoño, pero Jaimito el Cartero dice que no es cierto, pues si fuera bruja, ¿por qué no hace una brujería para convertirse en una mujer joven y bonita? Yo digo que sí es una bruja porque resulta que Doña Clotilde está enamorada de Ron Damón, y sólo una bruja sería capaz de eso. Además, la Bruja del 71 a cada rato le regala pasteles a Ron Damón, y la Chilindrina piensa que a la mejor le pone alguna sustancia y otras cosas que dejan taruga a la gente. Pero yo pienso que para ser tarugo, a Ron Damón no le hace falta comer nada. Doña Clotilde tiene un perrito muy bonito, pero muy delicado porque es de una raza muy fina. Por eso le dan de comer mejor que a mí; porque yo no soy de raza fina. El perrito se llama Satanás. ¡Y todavía hay gente que dice que no es bruja!
Jaimito dice que ha sido cartero toda su vida. Lo malo es que cuando regresa del trabajo, siempre llega muy cansado a la vecindad. Y lo que más le cansa es tener que andar cargando la bicicleta, pues Jaimito el Cartero no sabe andar en bici. Yo creo que lo que pasó fue que Jaimito empezó a trabajar de cartero antes de que inventaran las bicicletas, pues el pobrecito es más viejo que las arañas. Pero no puede decir que no sabe andar en bicicleta, porque si sus jefes saben esto, perdería su empleo de cartero. Por eso llega tan cansado. Luego sigue cansado todo el día. Y por eso no quiere hacer nada: porque prefiere evitar la fatiga, como dice él. Jaimito es de Tangamandapio, y yo creo que podría ser un buen jardinero porque sabe mucho de plantas. Y es que en Tangamandapio hay muchos árboles y flores. Eso lo sé porque Jaimito siempre anda contando cosas de su pueblo natal. Cuando habla de él, Jaimito dice que “es un hermoso pueblito con crepúsculos arrebolados”. Y al acordarse termina poniendo ojitos de perro acariciado. Un día nos estaba contando de las flores que tienen perfume, y se enojó cuando Godínez dijo que las plantas más olorosas son las plantas de los pies.
La Popis es la persona más mensa que conozco. Bueno, creo que Quico le gana. Y es que da la casualidad de que la Popis y Quico son primos ¡y se les nota! O sea que lo malo es de familia. La Popis segurito que no ha estrenado su cerebro, y eso es bueno, porque las cosas que no sirven es mejor no usarlas. Tiene una muñeca de trapo que se llama Serafina, y hasta se pone a platicar con ella. Lo bueno es que Serafina no le contesta nada porque si la muñeca hablara, a la Popis le daría un infarto. Cuando le hacen algo a Quico, luego luego la Popis lo defiende y le dice: “¡Acúsalo con tu mamá, Quico!”. Un día, el Profesor Jirafales estaba hablando de los puntos cardinales, y la Popis dijo que los cardinales son como los obispos, pero con otro gorrito. Y otro día, el profesor estaba contando que México perdió la mitad de su territorio, y la Popis dijo: “Por no fijarse dónde dejan las cosas”.
A la vecindad llegó una niña nueva con su tía. La niña se llama Paty, pero de cariño le dicen Patricia Jiménez. Su tía se llama Gloria. Paty va también a nuestra escuela, y se sienta en el pupitre que está atrás del mío, pero el Profesor Jirafales insiste en que debo mirar al pizarrón en vez de mirar a Paty. Lo bueno es que durante el recreo sí me la puedo pasar todo el tiempo mirándola. Cuando ella corre, su pelo se hace así: muy bonito. Es muy preciosa, inteligente, buena compañera y muy amigable. A veces Paty se me queda viendo. Y entonces yo ya no puedo seguir viéndola, pues quién sabe por qué, pero cuando ella me ve, yo siento algo como que no sé. Y cuando se ríe yo siento lo mismo, pero mucho más.
Godínez es un compañero que se sienta hasta mero atrás en el salón de clases. Siempre está distraído en clases dibujando cualquier cosa en su cuaderno. Cuando el Profesor Jirafales lo cacha, le dice: “¡Godínez!”. Y Godínez contesta: “No sé, maestro”. “¿No sabes qué cosa?” -pregunta el profesor. “Pos lo que me va a preguntar” -le responde Godínez. “¡Pero si ni siquiera sabes lo que voy a preguntarte!”. Y Godínez responde: “Pos es lo que le estoy diciendo”. Nadie sabe dónde vive, pero ha sido nuestro compañero siempre. A veces me sueno a Quico o a Ñoño porque me hacen enojar. Al que nunca le pego es a Godínez, porque él responde pegando más fuerte. Godínez quiere ser futbolista cuando sea grande; le encanta el futbol. En una clase, el profesor nos estaba hablando de la importancia que tienen todos los sentidos. Dijo que, por ejemplo, es muy lamentable que hay personas que les falla la vista. Y Godínez dijo que esa gente trabaja como árbitros de futbol.
¡Hola! soy el chapulín colorado. No poseo los recursos de los clásicos “superhéroes”: fuerza, inteligencia, destreza y poder, todos ellos en escala sobrenatural. Más bien soy torpe y algo miedoso. Pero fuera de eso… bueno, también soy algo atrabancado e impaciente. Pero fuera de eso… bueno, en realidad sí tengo una gran debilidad: soy irresistible para las mujeres. Pues es que yo creo que ya nace uno con el chupamirto. Ah, pero les decía que yo no tengo los superpoderes de los superhéroes que superacaban fácilmente con los supervillanos. Yo soy un auténtico héroe; les voy a explicar por qué: aprendí a asumir mis miedos y otras debilidades, transformándolas en virtudes. sí; porque héroe no es aquel que no siente miedo, sino el que sabe dominarlo. De esta manera, para mí, la satisfacción de poder ayudar a los desvalidos con todo y mis propias limitaciones, representa una satisfacción mayor a cualquier “superpoder”. ¡No contaban con mi astucia! Tengo armas muy efectivas para acabar con los villanos: el chipote chillón, la chicharra paralizadora y las famosas pastillas de chiquitolina. ¡Silencio… mis antenitas de vinil están detectando la presencia del enemigo! ¡Síganme los buenos! pero recuerden que ya lo dice el viejo y conocido refrán: “la ambición rompe el ratón”… no… “la curiosidad mató al calzón”… no, tampoco… “al matón se le rompe el calzón… y anda así un ratón”… porque luego le da frío y…. ¡bueno, la idea es esa!
Yo me llamo Chómpiras. Bueno, en realidad me habían puesto “Mimí”, debido a que mi padre era fanático de las aventuras del Ratón Miguelito y a que cuando nací pensaban que era mujer. No fue sino hasta que cumplí 14 años cuando se dieron cuenta de que era en realidad varón, pues en lugar de robarme una muñeca, me robé a la dependienta. Entonces me cambiaron el nombre. Tengo que confesarles que hace muchos años me dedicaba a la vida delictiva, o séase que robaba en casas, bancos y personas que andaban por la calle. Primero lo hice en compañía del Peterete, y luego él mejor se fue a otra ciudad porque dijo que yo era muy bruto, y que por eso a cada rato nos agarraba la policía. Luego conocí a Botija, con quien seguí dedicándome a la estúpida actividad de ratero. Pero afortunadamente todo eso cambió; un día estábamos viendo todos juntos un programa de El Chavo, en donde lo acusan injustamente de haberse robado cosas en la vecindad; cuando en realidad quien se había robado todo, era el Sr. Hurtado; un raterillo que se hizo pasar por vecino. Entonces en ese momento Botija y yo nos dimos cuenta de dos cosas: que por nuestra culpa pueden acusar injustamente a otra persona, y la otra es que no hay nada como ganarse el sustento diario con el trabajo honrado. Y desde entonces trabajamos en el Hotel Buenavista como camaristas, ascensoristas y botones.
El Botija se llama Gordon Botija Aguado Pompa y Pompa. Lo conocí hace muchos años cuando los dos nos dedicábamos a robar. Es esposo de La Chimoltrufia. Cada vez que yo hago o digo una tontería, Botija me quita mi sombrero, me peina y luego me suelta una bofetada para que se me acomode el cerebro. En el hotel, el Botija trabaja como ascensorista, pero cuando llega algún huésped, Boti tiene que salirse y quedarse en la planta baja, pues el ascensor no puede subir con su gordura. Y luego por eso lo andan insultando. Trata de evitar que Don Cecilio se entere de su holgazanería, pues sabe que luego luego lo puede correr.
¡Hágase a un lado, Chómpiras, que yo me voy a presentar yo misma personalmente! Mi nombre es María Expropiación Petronila Lascurain Torquemada de Botija. Soy María Expropiación porque nací un 18 de marzo de mil novecientos qué les importa.
Me gusta muchísimo cantar canciones que lleguen hasta la mera billetera, y por lo mismo consiguiente, las canto con harto sentimiento. El otro día mi marido, Botija, me dijo que cuando canto parezco borrego atorado, y que le digo: “¿puedo saber qué es lo que estás pretendiendo tratar de querer insinuar?”. Y luego le advertí: “Pa que te lo sepas, cuando canto los hombres me siguen como moscas”, y que me dice el muy sinvergüenza: “Será porque tienes cuerpo de piloncillo”. Y que me hace pegar un coraje tan grande, que hasta hizo que se me “redamaran” los jugos “drásticos”. O sea, unos jugos estomacales que tenemos en el estómago. ¡Y que lo pongo en su lugar! Digo, porque ustedes ya saben que yo como digo una cosa, digo otra. Porque es como todo, y hay cosas que ni qué… ¿Tengo o no tengo razón?
Mi nombre es Chaparrón Bonaparte. Soy Chaparrón por parte de padre, y Bonaparte por parte de una tía que me tuvo, porque el día que nací mi mamá había ido a la tienda a comprar aerolitos. Hablando de guitarras valencias, por si ustedes no lo saben, yo siempre ejercité mi cerebro y mi cuerpo. Cuando estuve en la universidad yo derroté al campeón de ajedrez y al campeón de box. Al campeón de ajedrez le gané en box y al de box, en ajedrez. Con frecuencia a mí me dan “chiripiolcas”. Las “chiripiolcas” son una especie de bisbirulitos pero sin hueso. Les voy a contar cómo comenzaron las “chiripiolcas”: yo acostumbraba guardar mi sombrero en la caja fuerte; abría la caja, sacaba el sombrero, cerraba la caja y me ponía el sombrero. Así era todos los días, hasta que una vez cerré el sombrero y me puse la caja fuerte en la cabeza. ¿Ya se van? Entonces me voy yo. Si pregunta alguien por mí, estaré en el despacho; y si no pregunta nadie por mí, estaré en el comedor.
Lucas Tañeda es mi amigo. Es muy alto, mide casi dos metros, a la sombra. El color de su pelo es completamente negro, con excepción de las canas que las tiene completamente blancas, y el resto que es completamente gris. Lucas siempre me recuerda que la gente sigue diciendo que él y yo estamos locos. Pero le digo que no haga caso, que lo mismo decían de mi tía Arándana. Mi tía Arándana se colgaba de los cables creyendo que era lámpara. Por cierto, ayer tuve que cambiarle dos focos que tenía fundidos. A Lucas le gusta mucho que le diga “licenciado”; por eso cuando me dice: “Dígame licenciado”. Yo le digo: “¡licenciado!”. Él me dice emocionado: “¡Gracias, muchas gracias!”. Y yo le contesto: “No hay de queso, nomás de papa”. Nuestros vecinos también nos ven de manera muy extraña, pero yo le insisto a Lucas que no se preocupe, pues entre la gente reina la envidia; y en Inglaterra, Isabel II.